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                   JUAN JOSE WAYAR 
                  ( Bolívia ) 
                    
                  (Sucre, Bolívia,  1930).- Poeta. 
                  Advogado formado pela  UMSFX. Fez parte do grupo 'Anteo' sediado em Sucre. Sua obra  literária acompanhou o processo revolucionário de abril de 1952. 
                  Em 1956, Juan Quirós comenta o  livro Poemas de trigo y sangre , do qual conclui: " Claro  que são revolucionários, e a poesia revolucionária de Wayar é muito mais do que  a poesia de alguns meninos de rua que pomposamente se proclamam poetas  revolucionários. / Wayar com certeza tem dinheiro para isso. Tem até  personalidade ..." Yolanda Bedregal, por sua vez, observou: " Ele  expressa com coragem os abusos de certos regimes; denunciar e protestar  contra a política imperialista e a desigualdade social. A linguagem é  direta, repetitiva e violenta, cuidando mais da intenção do que da forma ". 
                  O poema 'Yo soy el pueblo',  antologizado por Bedregal, diz em uma parte: "O Exército de Sangue  / e aqueles que formam seus regimentos, vivos e mortos; / aqueles que queimam  sob seus túmulos, / aqueles que queimam entre os vivos / e seus ossos estão  cobertos de carne insensível; / a todos aqueles cujas mãos, pés e peito / estão  encharcados de sangue boliviano; / aos que assassinaram o povo, / aos que  flagelaram a Bolívia. / - Falo a todos vocês como se você fosse um...". 
                    
                  LIVROS 
                  Poesia : Poemas de Trigo e Sangue (com xilogravura de  Walter Solón Romero, 1953); Poema Ilustrado do Grupo "Anteo" (junto  com Eliodoro Ayllón, 1957); Lua e romance de prata (sd). 
                  Biografia extraída de: 
                  https://elias--blanco-blogspot-com.translate.goog/2012/07/juan-jose-wayar.html 
                    
                    
                  TEXTO  EN ESPAÑOL  -  TEXTO EM PORTUGUÊS 
                    
                  
                  BEDREGAL,  Yolanda.  Antología de la poesía boliviana. La Paz: Editorial Los Amigos del Libro, 1977.  627 p. 
                  13,5x19 cm                                  Ex. bibl. Antonio Miranda  
                    
                  LATA DE SARDINAS 
                     
                    Entre dientes podridos y esparcidos 
                      saltaba la miseria pedaceada. 
   
                      Allí había una lata de sardinas, 
                      y allí estaba la vida hecha agonía. 
   
                      La lata de sardinas, como un buque, 
                      o un barco comandado por gusanos, 
                      anclaba en cada mano y detenía 
                      su curso ante los faros de los niños. 
   
                      Y los ojos nublados de esos niños, 
                      nublados de ansiedad y mucha hambre, 
                      eran faros — los faros de los niños — 
                      que guiaban la lata de sardinas. 
   
                      Pero arriba, en el puente, se mezclan 
                      la piedad, la miseria y el insulto. 
                      Al lado de una IMPURA desgreñada 
                      la HONRADEZ de una dama se esculpia. 
   
                      La piedad… la piedad… sólo miraba; 
                      pues tenía los ojos de automóvil. 
   
   
  YO SOY  EL PUEBLO 
   
I 
                  AL EJERCITO DE SANGRE 
                    y a los que forman en  sus regimientos, 
                      vivos y muertos; 
                      a los que arden debajo de sus tumbas, 
                      a los que arden entre los vivos 
                      y tienen sus huesos cubiertos por carne insensible; 
                      a todos los que tienen las manos, y los pies, y el pecho 
                      empapados de sangre boliviana; 
                      a los que asesinaron al pueblo, 
                      a los que flagelaron Bolivia. 
                     
                  — A todos hablo como se  fuerais uno: 
                    al CANCHILLER DE SANGRE, 
                    y al MAYOR DE SANGRE, 
                    y a los PRESIDENTES DE SANGRE, 
                    y a los CANALLAS DE SANGRE — 
   
                    Quiero que se levanten y abran los ojos, 
                    y formen otra vez sus batallones 
                    para reconocerme: 
                    soy el pueblo muerto y el pueblo vivo. 
   
                    II 
   
                    — Yo soy el minero de Catavi, 
                    de Siglo Veinte, de Potosí, de Oruro; 
                    soy el minero que con labios secos 
                    y la voz ronca te pedí que no me mataras, 
                    el que te mostró doce hijos negros y dos hijas verdes, 
                    el minero cuyo hogar desolaste 
                    y cuyo cuerpo asesinaste. 
                    ……………………………………………………………….. 
                    Mis ojos todavía están abiertos 
                    y estarán siempre, 
                    con pupilas de angustia y de juez 
                    mirando tus manos delincuentes. 
                    Y estarán mis dedos señalando desde la fosa común 
                    tu cuerpo con sangre petrificada. 
   
                    III 
   
                    El pan de martirio que comieron mis hijos 
                    se deshará en sus barrigas 
                    y se convertirá otra vez en trigo 
                    y nacerá otra planta 
                    y saldrá un escupitajo rojo 
                    que ha de manchar tu rostro y el de tu estirpe. 
                    Mis nuevos hijos nacerán rojos 
                    con la herida fresca del pueblo masacrado. 
   
                    IV 
   
                    — Mi vientre castigado está latiendo 
                    porque acaba de nacer el hijo en el osario común; 
                    acaba de avisarme 
                    que sintió tu látigo y vio la punta de tu sable 
                    castigando mi vientre. 
                    Es el hijo que ha gestado entre huesos 
                    y ha visto violar mi cuerpo. 
   
                    Yo soy la madre que no quiso 
                    tener un hijo tuyo, 
                    cuando en medio del fuego y de martirio 
                    tomaste mi cuerpo sin voluntad. 
   
                    Soy la aldeana 
                    y la púber campesina, 
                    la aprendiz de palliri que mataste. 
                   
                  ¿Te acuerdas del pedazo de carne  humana 
                    que rodó por tus pies? 
                    Era yo, sin formas y si caderas, 
                    besando la tierra y confundiéndome con ella. 
                    La tierra se tiñó con mis carnes 
                    y tomó mis labios 
                    escuchó mis quejidos, y tuvo mis quejidos. 
   
                    V 
   
                    — Ya era viejo, 
                    con diez millones de átomos de metal en mis pulmones. 
                    Había escarbado los dientes de la tierra 
                    para comer sólo la tierra. 
   
                    Mis ojos mirando un pueblo de niños y de mujeres 
                    y de ancianos, 
                    de tuberculosos 
                    que te daban estaño y oro, 
                    quisieron cubrir todo y detener tus balas. 
                    Mis cuatro lágrimas 
                    quisieron apagar el incendio de las viviendas 
                    pobres y destartaladas, 
                    quisieron mojar la pólvora de tus cañones 
                    y quisieron lavar las heridas de mis hombres. 
                    Mis cuerdas vocales rejuvenecieron 
                    y te imploraron piedad para las madres, 
                    para los niños raquíticos, 
                    para los octogenarios 
                    y para los que saciaron tu apetito de bestia. 
                    ………………………………………………………………………… 
                    Tengo las  mandíbulas abiertas 
                    con un puñado de tierra y otro de estaño. 
                    Tengo todavía la voz viva, 
                    y no ha muerto mi grito ni el de mi pueblo. 
                    Abre los ojos y mira 
                    cómo la pared de pulmones tuberculosos 
                    y de pechos perfurados 
                    se agita de dolor y esparce sus bacilos. 
   
                    Mira cómo esos labios 
                    se abren y cierran sin cesar 
                    porque no han muerto. 
                    Ese puño 
                    brota de la tierra como planta nueva 
                    y se abre 
                    y cierra 
                    y te muestra seis tajos de navaja acerada. 
   
                    Aquel bolsón de bilis 
                    tiene seis millones de letras iniciales. 
                    
                    
                  TEXTO EM PORTUGUÊS 
                  Tradução de ANTONIO  MIRANDA 
                    
                  LATA DE SARDINAS 
                     
                    Entre  dentes podres y espalhados 
                      saltava a miséria esmagada. 
   
                      Ali havía uma lata de sardinhas, 
                      e alí estava a vida feita agonia. 
   
                      A lata de sardinhas, como um barco, 
                      ou um barco comandado por vermes, 
                      ancorava em cada mão e detinha 
                      seu curso ante os faróis dos meninos. 
   
                      E os olhos nublados desses meninos, 
                      nublados de ansiedade e muita fome, 
                      eram faróis — os faróis de meninos — 
                      que guiavam à lata de sardinhas. 
   
                      Mais acima, na ponte, mesclam-se 
                      a piedade, a miséria e o insulto. 
                      Ao lado de uma IMPURA desgrenhada 
                      a HONRADEZ de uma dama se esculpia. 
   
                      A piedade… a piedade… apenas mirava; 
                      porque tinha os olhos de automóvel. 
    
                   
                  I 
                  AO EXÉRCITO DE SANGRE 
                    e  aos que formam em seus regimentos, 
                      vivos e mortos; 
                      aos que ardem dentro de seus túmulos, 
                      aos que ardem entre os vivos 
                      e têm seus ossos cobertos por carne insensível; 
                      a todos os que têm as mãos, e os pés, e o peito 
                      empapados de sangue boliviana; 
                      aos que assassinaram o povo, 
                      aos que flagelaram a Bolívia. 
                     
                  — A  todos eu falo como se fosseis um: 
                    ao CHANCELER DE SANGUE, 
                    e ao MAJOR DE SANGUE, 
                    e aos PRESIDENTES DE SANGUE, 
                    e aos CANALHAS DE SANGUE — 
   
                    Quero que se levantem e abram os olhos, 
                    e formem outra vez seus batalhões 
                    para reconhecer-me: 
                    sou o povo morto e o povo vivo. 
   
                    II 
   
                    — Eu sou o mineiro de Catavi, 
                    do Século Vinte, de Potosí, de Oruro; 
                    sou o mineiro que com lábios secos 
                    e a voz rouca te pedi que não me matasses, 
                    o que te mostrou doze filhos negros e duas filhas verdes, 
                    o mineiro cujo lar desolaste 
                    e cujo corpo assassinaste. 
                    ……………………………………………………………….. 
                    Meus olhos ainda estão abertos 
                    e estarão sempre, 
                    com pálpebras de angústia e de juiz 
                    mirando tuas mãos delinquentes. 
                    E estarão meus dedos apontando desde a fossa comum 
                    teu corpo com sangue petrificado. 
   
                    III 
   
                    E o pão de martírio que meus filhos comeram 
                    se desfará em suas barrigas 
                    e se converterá outra vez em trigo 
                    e nascerá outra planta 
                    e surgirá uma saliva rubra 
                    que há de manchar teu rosto e o de tua estirpe. 
                    Meus novos filhos nascerão vermelhos 
                    com a ferida fresca do povo massacrado. 
                    
                   
                    IV 
   
                    — Meu ventre castigado está batendo 
                    porque acaba de nascer o filho no ossário comum; 
                    acaba de avisar-me 
                    que sentiu  tu chicote e viu a ponta de teu  sabre 
                    castigando meu ventre. 
                    É o filho que gestou entre ossos 
                    e que viu violar o meu corpo. 
   
                    Eu sou a mãe que não quiz 
                    ter um filho teu, 
                    quando no meio do fogo e do martírio 
                    tomaste meu corpo contra a minha vontade. 
   
                    Sou a aldeã 
                    e a púbere camponesa, 
                    e a aprendiz de palliri*1 que mataste. 
 
                  Lembras do pedaço de  carne humana 
                    que rodou por teus pés? 
                    Era eu, sem formas e sem cadeiras, 
                    beijando a terra e confundindo-me com ela. 
                    A terra se tingiu com minhas carnes 
                    e tomou meus lábios 
                    escutou meus gemidos, e teve meus gemidos. 
   
                    V 
   
                    — Eu era um velho, 
                    com dez milhões de átomos de metal em meus pulmões. 
                    Havía riscado os dentes da terra 
                    para comer somente a terra. 
   
                    Meus olhos mirando um povo de criança e de mulheres 
                    e de anciãos, 
                    de tuberculosos 
                    que te davam o estanho e o ouro, 
                    quiseram cobrir tudo e deter tuas balas. 
                    Minhas quatro lágrimas 
                    quiseram apagar o incêndio das moradias 
                    pobres y descompostas, 
                    quiseram molhar a pólvora de teus canhões 
                    e quiseram lavar as feridas de meu homens. 
                    Minhas cordas vocais rejuvenesceram 
                    e te imploraram piedade para as mães, 
                    para os filhos raquíticos, 
                    para os octogenários 
                    e para os que saciaram teu apetite de besta. 
                    ………………………………………………………………………… 
                    Tenho as  mandíbulas abertas 
                    com um punhado de terra e outro de estanho. 
                    Tenho ainda a voz viva, 
                    e não morreu meu grito nem o de meu povo. 
                    Abra os olhos e mira 
                    como a parede de pulmões tuberculosos 
                    e de peitos perfurados 
                    se agita de dor e espalha seus bacilos. 
   
                    Olha como esses lábios 
                    se abrem e fecham sem cessar 
                    porque não morreram. 
                    Esse punho 
                    brota da terra como planta nova 
                    e se abre 
                    e fecha 
                    e te mostra seis talhos de navalha afiada. 
   
                    Aquele bolsão de bilis 
                    tem seis milhões de letras iniciais. 
                    
                  *** 
                      
                  *1 Palliri é a designação das personas  que exercem o oficio de copiar, reunir e pulverizar rochas residuais da indústria mineira.  
                  * 
                   
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                  Página publicada em junho de 2022. 
                    
                
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